algunos poemas de estos últimos días

Valeria Mussio
5 min readJan 6, 2024

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Creo que este es el perro de los Teletubbies

1 — en una terraza escuchando a martha tocar un son jarocho

estoy tratando de recordar cómo se sentía mirar el cielo de noche cuando era chica

y la maravilla que asoma es la misma

pero solo puedo pensar en el patio de mi amiga

en el olor del cloro

en la certeza de que cuando nos tocara morir no íbamos a morir porque

alguien habría inventado cómo vivir para siempre

en el creer que las estrellas que veíamos

las estrellas que veíamos a pocas cuadras de la ruta

de la porción más dañada del país

ahí, creer que era posible

que la vista era privilegiada

que así eran las auroras boreales

que éramos islandesas, blancas, finas como nieve.

orión acá también sabe

a zanahoria fresca recién

tomada de la tierra

reconozco las tres marías y puedo saborearlas

esté agarrada con el diablo o esté en la capital

la galaxia se sigue sintiendo como leche fresca de una fruta

que cae entre mis dedos

lamo las puntas

siento el pasto cortadito con mis pies

imagino que el amor adolescente está por tocar la puerta por primera vez

mi amiga y yo

las dos puntas de una bestia tierna,

descansando panza arriba.

2 — tres corazones míos

tres corazones míos cabalgan

como locos, por lugares de pastos inmensos

ven vallas y saltan así

con dulzura y gracia

ven caballos y dicen “hola, caballos”

somos casi lo mismo

ven agua y la beben sin

desesperar, ven perros

y se revuelcan en el barro, juegan

a ensuciarse. tres corazones míos

cabalgan con el amor intacto

persiguen persiguen y persiguen

no temen nada

me protegen mientras me quedo quieta

me protegen de la que me dice

cosas tan feas que no me dejan dormir

cuando es de noche, cuando estoy sola

cuando me traga el cemento y el calor.

tres corazones míos cabalgan

me traen para comer cerezas

me cantan con voz dorada

no dicen nada sobre

lo chiquitas que son mis manos,

tres corazones míos como si nada entran en mi palma

me hacen sentir que puedo sostenerlos

se duermen conmigo, en mi regazo

me aman

me aman, me aman

son en todo mejores que yo

me tratan bien mientras se alejan

no se olvidan de mirar para atrás.

3 — un poema de thaís espaillat en el que le agradece a una montaña por recordarle que su cuerpo es pequeño

hoy amé la vida caminando por el abasto
corrientes de noche a esta altura de la ciudad
pierde en glamour pero gana en noséqué.
entre basura y más belleza somos

mis manos llenas de acrílico y yo
contra el mundo
voy lento y amo la vida caminando
sobre todo ahora que pude darme cuenta
de que no soy para nada inteligente.

esto, amigas
es mi victoria diminuta.
ahora que ya no pesa, por fin
puedo ser todas las cosas:
bonita, saltarina, la montaña más antigua
erosionada ligeramente, besada por el viento
pura carne, piel y hueso pero sobre todo carne
un conjunto leve de destellos

algo que brilla, que gusta de que la miren
que se escurre fácil, que resbala
un cuerpo denso, atado al núcleo de la tierra
un pato, un biguá, un sietevestidos
un punto blanco en medio del bañado
algo que podría ser una garza
o una bolsa de papel
un perro suave echado al sol, un chillido
una chincheta roja que señala
un lugar determinado del planeta
al que me sujeto por gusto y por placer.

amo la vida ahora que puedo ser todas las cosas
y esta ciudad me ama a mí también
me recuerda que soy pequeña y acariciable.

4 — cantan hoy todas las cosas que te extrañan

momentos sagrados, por lo menos, había tres
el primero una liturgia clásica
cuando acostadas en la cama, observadas
por la sagrada familia gigante
y las ramas secas del olivo
me enseñabas a rezar mirando
mi primer san cayetano en estampita

siguiendo la costumbre de tu casa
de pedir tan solo lo concreto:
un trabajo, panzas bien nutridas
que todo lo que amamos
nos sobreviva
una vida sin tanto llanto, cada milagro
tangible que aparezca y paciente
se ofrezca a sí mismo de comer.

el segundo momento eran las apariciones
de las gotas de miel que descienden
de los cielos a las copas de los árboles
recolectadas en cuencos de metal, rojos
de los que tiene en casa cualquiera
para sentarnos a comer resguardadas
del sol, mirando la novela del momento
en la misma cama que rezamos, ahora
haciendo la danza de apagar y prender
el ventilador, correteando
la siesta en silencio y en busca
de un pedazo de queso
un vaso de vino
un poco de pan también.

el tercer momento, entonces
eran los atardeceres
la hora de regar las plantas
el olor a tierra húmeda, el primer
sorbo de cerveza, los cantos
alejados de las cotorras

hay algo en ese patio que condensa toda imagen posible del verano.
del mes de enero, si quiero ser exacta.
ahora me encuentro despojada de rituales.
llamo a una bruja
y solo le pido que acaricie mi frente
me dice que tengo niebla en los ojos por el duelo
mi amigo abre un libro y lee en voz alta
“un zorro blanco apareció en la patagonia”
y me dice “así,
así empiezan esos textos tuyos”
y yo me río pero tampoco sé explicarle
que me encuentro desahuciada de animales
se fueron yendo cuando pintó negra la cosa.

queda entonces, para mi
un solo momento sagrado
y es mi forma revivirla, de negar que estuvo muerta.
cada quince días, voy a almagro y compro flores
camino las veinte cuadras hasta once
le doy permiso al sol
para tocar mi cuerpo
me exijo ser un acto de belleza
que esta cara
tan parecida a su cara también
se pasee por la ciudad recordando
ella fue así, creció en la boca
fue joven, un instante de lo más perfecto
amó las plantas, amó las ciruelas, amó a sus nietas
fue un animal blanco que llegó por mar.

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